PROYECTO

ROAD TRIP II, STGO-STACRUZ-STGO, 2011


En “Road Trip I Stgo-Baires-Stgo 2009” los jóvenes artistas José Caerols (Yisa), Philippe Quezada (Mr. Trafix), Sergio Valenzuela e Ignacia Zordán (Ini) unen arte, carrete y carretera. Una muestra de esta obra en proceso se exhibe en la galería Salón Tudor (Cerro San Cristóbal) hasta el próximo 2 de agosto.

A medida que el país se abre al exterior, se multiplican las obras de arte que adoptan el viaje como contenido y/o, si el proyecto se quiere vanguardista, como recurso constitutivo. En el primer caso, el viajero refiere el/lo otro y lo reduce, como ocurre en casi todas las crónicas coloniales. En el segundo, la interacción se asume como instancia de transformación, como sucede con la performance de 1992 en que Coco Fusco y Guillermo Gómez-Peña parodiaron los aberrantes zoológicos humanos. Cada cultura se constituye a partir de un viaje, pero esto es más marcado en las criollas, pues son el primer resultado de una globalización hoy intensificada. De allí el interés de interrogar el modo en que los artistas locales enfrentan la cuestión.

Road Trip I Stgo-Baires-Stgo 2009, de los jóvenes artistas José Caerols (Yisa), Philippe Quezada (Mr. Trafix), Sergio Valenzuela e Ignacia Zordán (Ini), se caracteriza por detenerse en el fenómeno mismo de desplazamiento espacial como evasión, irrupción y deleite. Aunque despliega operaciones estéticas complejas, creo que tiene dos ejes. Uno de ellos es el viaje colectivo de ida y vuelta a Buenos Aires llevado a cabo por carretera y en un auto particular. El otro son dos instalaciones: la primera en la 18ª versión de la Feria de Arte Contemporáneo ArteBA, realizada en mayo pasado en Buenos Aires, donde ganó el tercer lugar del Premio En Obra para artistas emergentes; la segunda en Salón Tudor, galería ubicada en la cumbre poniente del Cerro San Cristóbal, donde se exhibe desde el pasado 2 de julio y hasta el próximo 2 de agosto.

Recomiendo visitar esta muestra porque en ella se revierte el signo más bien negativo que ha tenido el viaje en nuestras culturas. En efecto, todo desplazamiento con lleva una orientación, aún en su dispersión, e históricamente éste ha sido bidireccional: de las metrópolis hacia el resto del mundo, al expandirse la cultura occidental; o bien, misma lógica, desde el resto del mundo hacia su centro, a través de las migraciones económicas. El colectivo Road Trip desafía este esquema en dos sentidos principales.

El primero es que asume el viaje como escape de un medio artístico local controlado por una academia que no recoge las inquietudes estéticas de las nuevas generaciones. Su desafección es mayor porque están asociados a Galería Trafix, proyecto de avanzada nacido de la calle, la pista de baile y la web que tuvo su sede en San Isidro con Santa Isabel y que hoy es nómade. De hecho, el montaje de Road Trip I se realizó en el stand concedido en el Barrio Joven Chandon de ArteBA a esta galería, que inauguró con este proyecto su plataforma internacional Trafix Tours. Así, en el espacio hipersaturado del mundo, los cimarrones de hoy encuentren posibilidades de evasión y celebración en un no lugar de desplazamiento, es decir, en un viaje por carretera que además se concentra en el espacio regional. Esto, sin dejar de serlo, no es turismo en un sentido estricto.

La muestra en el Salón Tudor elabora el viaje como sinónimo de encuentro consigo mismo, rememoración nostálgica del ida y vuelta Stgo-Baires-Stgo. Sobre el suelo, un enorme bulto que apenas logra contener el equipaje indica que el viaje ha quedado atrás, aunque no por mucho tiempo, y, al rodear los enormes paneles blancos que lo enmarcan, aparecen encastrados del otro lado de él dos televisores que proyectan, en versión acelerada, los videos de ida y de vuelta de la travesía. En el anverso de los paneles, se disponen ordenadamente fotografías cotidianas del viaje, el paisaje, los sonrientes viajeros, así como una poética del proyecto: “un método de sobrevivencia en el arte / una suma de arte y vida / un estudio sobre el paisaje / un grupo de 4 pasajeros…”.

El colectivo me señala que Road Trip I poco tiene que ver con su participación en ArteBA, pero insisto en ello porque veo aquí otro desafío, más interesante aún que el primero, al esquema de circulación descrito más arriba. En efecto, el proyecto surge de la necesidad de viajar a Buenos Aires en auto por no poder financiar el traslado en avión de las obras de catorce artistas. Esto señala la precariedad de la esfera artístico-intelectual en nuestro país, situación que el colectivo convierte no obstante en la posibilidad de obtener otro tipo de ganancias, al asumir como recurso estético un proceso de traslado de obras que usualmente es del todo marginal a la creación. Sólo tomándolo en cuenta puede apreciarse el segundo movimiento de Road Trip I: la irrupción en una feria comercial de un proyecto que privilegia la valoración afectiva del arte.

No hay registro de la instalación de ArteBA en la muestra de Salón Tudor, pero algo de su caos de obras amontonadas sobre el Toyota Starlet blanco de Yisa y del enredo de cables aportado por una performance musical sigue palpitando en el inquieto bulto del equipaje. En esa ocasión, Galería Trafix fue comida por sus obras, notable inversión que responde al limítrofe estatus de la galería y a la transversalidad artística de todos los integrantes de Road Trip I. Pienso que la irrupción festiva y afectiva de este proyecto en el mercado lucrativo del arte estaba inscrita en la propulsiva poética espacial de una obra diseñada para cruzar pampas y cordilleras. Y que, si no hubiese sido premiada en ArteBA, los recuerdos del viaje habrían sido menos placenteros. Visitar la muestra Road Trip I en Salón Tudor permite ser cómplice de esta mezcla de arte, carrete y carretera que, con Santiago como epicentro, seguirá expandiéndose al espacio regional y nacional.

Carolina Benavente Morales